Con plegarias, 180 trabajadores agradecieron a la Pachamama y pidieron salud y prosperidad en una ceremonia ancestral guiada por dos amautas.
AMUN / 29-08-25
En el patio central de Emavías, el olor a incienso y q’oa empezó a expandirse como una nube lenta y ritual. Eran las 12:00 de este 29 de agosto y 180 funcionarios habían dejado las computadoras, los planos y los cascos para entrar en otro tipo de labor: la ofrenda a la Pachamama.
Con las primeras hojas de coca entre los dedos, se escuchó la voz del amauta Pastor Makuchapi: “Salud, trabajo, que no nos enfermemos. Que haya obras”, pronunció con solemnidad, mientras alzaba 12 hojas verdes hacia el cielo nublado.
La mesa estaba lista, adornada con sullus, lanas de colores y dulces con formas de casas, camiones y monedas. Junto a él, otro amauta, Ángel Rodríguez, reforzó la petición a los achachilas, esos abuelos tutelares de la cordillera que acompañan silenciosos a las comunidades.
El murmullo de los trabajadores se confundía con el ch’allar del alcohol derramado en la tierra. “Pongan coquita”, pedía el amauta, recordando que la fuerza del trabajo no solo viene del músculo, sino de la bendición de la Madre Tierra. Los 180 funcionarios, en fila, entregaban su pequeña parte, un gesto de fe para que la obra no se detenga y la salud los acompañe.



“Hoy en día, este 29 de agosto, estamos dando nuestra ofrenda a nuestra Pachamama, a nuestros achachilas. Pedimos que no haya accidentes, que no falte el trabajo, que siempre haya prosperidad”, explicaba Makuchapi, con la mesa ya dispuesta para ser encendida.
El Alcalde y la palabra compartida
Cuando llegó el alcalde Iván Arias, el círculo se abrió para escucharlo. Con voz firme, recordó que la ofrenda no era un acto más del calendario, sino un compromiso espiritual y comunitario: “Todo nuestro esfuerzo está acá, en este sudor, en esta grasa, en esta ofrenda. Que a todos nos bendiga la Pachamama, que nuestras familias prosperen y que nuestros hijos nos superen. Esta mesa no la hacemos por cumplir, la hacemos con fe”.
Arias habló de su propia mesa realizada días atrás, un recordatorio de que cada quien pide a su manera, pero todos convergen en la misma esperanza: que el trabajo no falte y que la vida no se quiebre.
Voces del sindicato y la gerencia
El presidente del sindicato, Jorge Osco, tomó también la palabra, agradeciendo la presencia del Alcalde y pidiendo que la Pachamama acompañe cada jornada laboral. “Encima de ella caminamos todos los días, compañeros. Que sea de buen augurio esta mesa, que nos cuide y nos dé trabajo”, expresó con la voz quebrada entre la devoción y la reivindicación.



Finalmente, Hugo Block, gerente de Emavías, subrayó el valor colectivo de la ceremonia: “Hoy pedimos prosperidad no solo para los trabajadores, sino para nuestras familias. Que esta ofrenda sea en beneficio de todos. ¡Jallalla Emavías!”
Un acto que une
Cuando el fuego tomó la mesa, las llamas se elevaron como una respiración caliente hacia el cielo, llevando consigo las plegarias de 180 funcionarios, dos amautas, un alcalde y un sindicato. La Pachamama, generosa y severa, recibió en este día no solo dulces y coca, sino la esperanza compartida de una ciudad que se construye a pulso, con manos que también saben detenerse para agradecer.
En Emavías, la jornada no fue de cemento ni asfalto: fue de fe, cultura y memoria. Porque antes que el asfalto y la pala, es la tierra la que da permiso para trabajar sobre ella.
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